18 de abril de 2011

Ultimo suspiro.

Las campanadas de la iglesia resonaron en todo el pueblo, y como acto reflejo él levantó los ojos al cielo, murmurando al tiempo en que parpadeaba las dos palabras que más temía oír:
— Es la hora.
Cruzó ambas piernas y me tomó las manos, para tomar impulso y que ambos podamos levantarnos juntos, pero yo no pude hacer fuerzas, me era imposible moverme, estaba tan asustada.
El miedo se había filtrado en mi cuerpo de un momento a otro y pronto recorría mi espalda como un sudor frío que se adhería a mi camiseta y me quitaba el aliento.
— No tengas miedo... estoy a tu lado, pase lo que pase.- susurró en mi oido. Era la última vez que lo escucharía haciendolo.
Inhalé una gran bocanada del oxígeno más puro que encontraría en todo el pueblo, debido a la cantidad de árboles que crecían en ese lado del parque. Nadie sabría la magnitud con la que extrañaría esas tardes donde solo necesitaba dejar mis problemas de lado, quitarme todas esas preocupaciones artíficiales, desprendiendome de mi abrigo artíficial también, olvidando la bufanda roja y la boina tiradas en el césped, para recostarme y respirar el sol que brillaba en el manto azul en las tardes más frías del otoño.
Sería mi última caminata por alrededor de ésos árboles que me habían brindado sombra cuando necesitaba un lugar donde llorar y ocultarme.
Y ahora debería partir, dejar todo atrás como si fuera sencillo.
Intenté levantarme, y él estaba allí para hacerme apoyo. Me ofreció su mano para darme fuerzas, rayos... sus manos rigusas, secas y cálidas... sería la última vez que caminaríamos juntos tomados de la mano, la última vez que la gente nos creería una pareja cuando en realidad, en realidad no éramos nada.
Suspiré... y sería la última vez que suspiraría.

1 comentario:

  1. Me encanta tu blog. Lo descubrí por una amiga y cada día me gusta más. Un abrazo.

    ResponderBorrar