28 de agosto de 2011

Luces de la ciudad, parte II





Gracias a las luces de la ciudad, logré comprenderlo.
Mientras descansaba mi cabeza en mi mano derecha y derrochaba un par de lágrimones abrigué en mí, luego de tanto tiempo, un pensamiento optimista. Una pequeña luz para iluminar mi desdicha. O miles, como las que recorren la noche.
El tiempo se devora las vidas como si fuese su plato favorito. Pero ¿porqué no? Si puede devorar vidas, puede devorar dolor.
Luego de tanto odiar el reloj de arena y las mil pesadillas que abarrotaban mi mente sin dejarme dormir logré entender que no será para siempre. El dolor pasará. Ya llegarán tiempos mejores. 

Nuestras existencia es efímera, tal como las luces que irrumpen la misteriosa inocencia de la oscuridad, y así lo serán nuestro dolor,  nuestras dichas y toda la miseria que  abracen  nuestra estadía. 

17 de agosto de 2011

Antaño

Libros ajados por el tiempo,
tus ojos observándome desde la utopía.
Amores ajados por el tiempo,
tomados de la mano en mi fantasía.

¿existe realmente lo que tú estás buscando...
... o tan solo te empeñas en sueños de antaño?

4 de agosto de 2011

... y recorrer la ciudad con la cabeza apoyada contra el cristal.

Observar las hojas marchitas, los vehículos corriendo a velocidades desconsideradas simulando enojo y violencia, los pobres árboles con sus ramas tiesas apuntando al cielo con tanta presición como las bailarinas de ballet, los rascacielos que realmente acarician el firmamento, el cielo que paulatinamente comienza a tornarse naranja, las pintorescas calles intransitadas con sus moradas de cuento de hadas, las calles transitadas con sus lujosos escaparates llenos de joyas y vestidos costosos, los transeúntes deambulando por éstas: los ricos que se sitúan frente a las vidrieras y escogen con determinación qué comprar, y los pobres que se mezclan con los anteriores y solo les basta observar a pesar que se les haga agua a la boca. Los transeúntes con sus interminables problemas, las rayas blancas del asfalto, la absurda senda peatonal que ya nadie usa, las iglesias, los fríos velatorios, la florería de la esquina con sus coloridas flores y su triste o hermoso premeditado fin: obsequio para los amantes o atención para los fallecidos, los postes de luz llamados faroles, el frío. El dulce frío que se cuela por entre las bota-mangas del pantalón y termina dibujando un círculo rojo en la nariz. El cielo, que aún está celeste, franjeado por un aura blanco que inspira ternura, pero la luna con su simpática forma de medialuna inclinada estaba situada en el medio de un cielo cálido pero sin sol. Las luces de la ciudad también ignoraban el color del cielo y ya habían comenzado a encargarse de la iluminación. En realidad es hermoso, la ciudad puede ser realmente dañina pero no es un paisaje desdeloso, los faros de los automóviles incluso se lucen más con el cielo en su tono dudoso, porque a medida que escribía la noche cada vez se volvía más palpable y se acercaba más al procenio para brillar finalmente. Y el patrón se volvía a repetir. Edificios, florerías, problemas... Anuncios publicitarios que aparentan inocencia, pero son resultado de estudios macabros de psicología y contabilidad que sólo buscan vender el producto a un millar de gente.
Y ocultarse de los problemas entre los grafitos y las hojas de papel mate.

2 de agosto de 2011

There are dreams that cannot be, and there are storms we cannot weather

La cámara se aleja, pronto será una visión panorámica desde el cielo.
Tus manos envuelven mi cintura al ritmo de una música inexistente, recuesto mi cabeza en tu hombro. Nuestros cuerpos se funden en uno, es increíble... no puedo retener mis emociones y me largo a llorar. Ojalá no me veas. El abrazo me consume, cada vez estamos más cerca.
Intento decir lo que no puedo mediante este baile, me muerdo el labio, es increíble lo que me estás haciendo.
Este silencio impenetrable dice más que mil palabras, dice más que mil miradas. Nos une algo más especial que un tema en común, nos une algo más que la palabra, estamos conectados.

Me siento vulnerable llorando, idiota, pero no me verás en mi punto máximo de vulnerabilidad. Nunca me verás tan débil, lo ocultaré todo con una sonrisa.
¿Porqué no es todo como yo lo deseo? ¿Porqué la vida intenta a cada paso hacerme sentir peor y peor? ¡quisiera por fin vivir una historia de amor!

Las lágrimas no cesan de caer, vuelvo a morderme el labio y mi respiración se entrecorta. ¡Te tengo tan cerca y a la ves estás tan distante! tiendeme tu corazón en mi mano y por favor confía en que yo no soy de esas chicas, yo puedo hacerte feliz.

Entonces, me besas. Y sé que no lo estoy imaginando, sé que es real.
Esa sensación, increíble, esa detonación de felicidad que se produce en el fondo de tu corazón, se encarga de transformar el oxígeno en miel, el dióxido que largas por la nariz se convierte en tristeza, penas, dolor, celos, mal, ¡nada malo queda en tu interior! ¡tan solo eres un lucero brillando en el cielo!
Por una vez, eres feliz. Y te despreocupas de seguir pensando. Lo tienes, ¿así se siente cuando un sueño se hace realidad?

1 de agosto de 2011

—¿Cuál es tu animal favorito?- le preguntó la madre. Pretendía regalarle para navidad una camiseta con un gran gato violeta que había visto en una tienda del zoo, pero de todos modos, quería asegurarse que a su hija le iba a gustar.
— Las gaviotas.
Azul se decepcionó fácilmente aunque pronto pareció extrañada, ¿las gaviotas?
— Hija, ¿segura que no te gustan los perritos como clifford, que dicen guau guau? —la pequeña rió—¿los elefantes con sus largas trompas y sus brillantes colmillos? ¿los gatitos como el que tiene la tía Sami?
Delila continuó riendo y le tomó la mano a su mamá.
— No mamá, me gustan las gaviotas.
No parecía entenderlo.
— ¿Porqué corazón?
— A mis amigos no les gustan las gaviotas. Nadie las ve cuando vuelan en la playa, cuando estamos de vacaciones, ¡pero yo sí! me gustan porque vuelan. Las gaviotas son libres, yo quiero volar ma. Yo quiero tener su libertad. En el colegio me enseñaron a que era libre gracias a Belgrano y San Martín... pero no siento esa libertad. Yo quiero volar, como las gaviotas.