22 de julio de 2011


...hace tanto ya que esperas, esperas a que termine el desamor, esperas a que comience el olvido, esperas a que acabe la soledad, esperas la condena, el suplicio, la amargura, y continúas esperando por tiempos inimaginables, la espera se vuelve tediosa, las ansias carcomen tus sesos, comienzas a impacientarte porque de un momento a otro olvidas lo que habías estado esperando, pero aún así, prefieres quedarte ahí, porque no sabes hacer nada más que aguardar bajo el aguacero.

5 de julio de 2011

La triste música que tocaba el piano retumbaba en mis oídos mientras sostenía una taza de café en mis manos, intentando encontrar en ella algo de calor para caldear mi alma gélida y el frío que sentía por consecuencia.
Exhalé dentro de ésta y pronto mis lentes se empañaron.
— Eso es realmente tierno.


Tú, mientras saboreabas un whisky escocés, te acercaste a mí como si un imán te atrajera. Me echaste una mirada de pies a cabeza, evaluando si esperaba a alguien o si en realidad, estaba sentada en la mesa más alejada solo para refugiarme del frío que congelaba la avenida principal y no tenía motivo alguno para rehusar de lo que creías que era tu ansiada compañía. 


Al dirigir mi mirada a tus ojos y notar que mi café y éstos eran del mismo color, cruzó por mi mente la voraz e ingenua lujuria de ser capaz de beber tu alma del mismo modo que minutos antes hacía con mi elixir; pero, al recordar que si existe el cielo es inevitable encontrar un infierno latente en la tierra —y que en ésta tierra el infierno poseía un terreno más extenso que el cielo—, me arrepentí de haberte deseado de aquél modo y pronto me aventuré a preguntarte del modo más altanero que me fuese capaz qué era lo que hacías aquí, más que arruinarme una velada perfecta.


— ¿Qué, no lo ves? Estoy arrepentido.
— Estás ebrio, que es diferente. El whisky no solucionará tus penas, venir a hablarme en éste estado creyendo que yo soy más vulnerable de lo que eres tú es patético. Qué siquiera te atrevas a pensar que el alcohol te volverá más valiente y te dará las agallas que jamás tuviste ni tendrás es tristísimo, ¡me das tanta pena! — solté en un ataque de ira pero pronto tuve el presentimiento que las palabras que vociferaba eran como una neblina para tí que pronto te verías obligado a transpasar besándome, provocandome lo mismo que el alcohol provocaba en tí.