29 de mayo de 2011

"...the greatest thing you'll ever learn is just to love and be loved in return..."
Moulin Rouge

22 de mayo de 2011

Algo peor que un cuchillo

Grita como si su corazón estuviese siendo penetrado por una afilada daga, pero solo es una imagen sensorial.
Es algo peor que un cuchillo, algo da vueltas por su cuerpo, se abre paso entre todos los sectores de su cuerpo, se apodera de toda su complexión, desde el dedo gordo del pie hasta la coronilla, tensiona inconcientemente todos sus músculos. Y lo deja ir, solloza, canta, grita, chilla, llora, lo libera. Raspa el aire con su melodía y por fin, suspira y relaja todo a su paso.
Comienza a respirar pausadamente, entreabre su boca, todo se vuelve más frio pero por fin, es libre.

15 de mayo de 2011

Though I've tried, I've fallen

Las almas nobles al morir, van al cielo.
Pero los pecadores, los que hemos amado en vano, los que no hemos sido correspondidos ¿a dónde irémos? ¿dónde volará nuestra alma en pena luego del gran finale? Si fuimos heridos y por consecuencia, cortamos con un cuchillo nuestras venas; si malgastamos horas de nuestras vidas mirando la lluvia al tiempo que unos lágrimones bailaban por nuestras mejillas, si odiamos por rencor y deseamos el mal solo por venganza a nuestros corazones, si perdimos el rubor de nuestras mejillas tan solo por costumbre al rechazo, si dejó de importarnos el perder todo, ¿entonces qué será del futuro de los que nos hemos acostumbrado a caer?
"We all begin with good intent
Love was raw and young
We believed that we could change ourselves
The past could be undone
But we carry on our backs the burden
Time always reveals
The lonely light of morning
The wound that would not heal
It's the bitter taste of losing everything 
That I have held so dear."  
Fallen, Sarah McClachlan.

7 de mayo de 2011

Instante errado

El cielo ya casi estaba pintado en su totalidad de un negro azabache, odiaba la época invernal por este único motivo, la oscuridad. Los vendedores comenzaban a tapiar sus vidrieras, por fin se acercaba el domingo, el día donde nadie abriría y todos podrían descansar. La llama de la calle principal comenzaba a extinguirse al tiempo en que todas las vidrieras se confundían con el cielo y los trabajadores intercambiaban falsos saludos con sus colegas para alejarse de su lugar de trabajo y saturar las paradas de los transportes públicos.
Claro está, que para que haya una historia un instante tiene que estar errado. Nada llama más la atención que un punto en el espacio que es inconexo y crea una inquietud. Y aquí entraba en escena el anciano.

¿Porqué estaba acomodando los relojes, como si en vez de terminarse la jornada laboral, estuviese empezando?
Colocaba el precio en cada uno de ellos y los situaba de acuerdo a un orden de equilibrio, como si fuese la tarea más importante de su existencia. En la estantería rezaban relojes absurdos; que sin ruido, que digital, que a agujas, que más grande, que más chico, que despertador, que con motivos infantiles y él se encargaba de darles un propósito a éstos.

Y nadie entraría a ver qué ocurría en realidad con el anciano, nadie se preguntaría lo mismo que yo. Porque la gente camina apurada sin ver a su alrededor, sin inquietarse más que sus propios problemas, intentando llegar más rápido a destino y sin preocuparse por ver lo que pierde en el camino.

1 de mayo de 2011

Sobre mareas y corrientes

Si tuviese que explicarlo por una sucesión de imagénes entonces lo haría así:
En el momento previo olfateamos la sal.
Nos sumergimos, sentimos la presión del agua por nuestro movimiento, recorre toda la cabeza, los hombros, los brazos, el pecho, la panza, la cintura, la cadera, los cachetes de la cola, las piernas y acaba en los dedos de los pies. Revuelve nuestros cabellos, nos deja sin respiración.
Lamemos la sal en nuestros labios e intentamos desenredar nuestra cabellera.
Pero eso no es todo. La vida no se reduce a cabelleras enredadas. La vida va de mareas.
Va de corrientes.
Y la corriente que me atrapó esta vez fue diferente a todas las demás.
Empezó tranquila, inofensiva, como es usual. Continuó en su proceso natural, fue en aumento hasta que se volvió inestable.
Pero lo que cambió fue mi percepción. En vez de luchar contra ella, me dejé llevar.
Porque aunque cueste mantener la boca cerrada, lo que más cuesta es luchar contra la corriente para terminar más perdido de lo que comenzaste.