26 de noviembre de 2011

La perfeccion de las estrellas

Por un mágico instante la posibilidad de que el tiempo se hubiera detenido cruzó sus pensamientos como una estrella fugaz irrumpe la tranquilidad de la noche: el paisaje permanecía tan calmo que ni la brisa encargada de mantenerla despierta producía el más ligero cambio en las copas de los árboles, ni siquiera había movimiento cerca de la avenida principal. Y ni hablar de las estrellas. Aquellos pequeños e imperceptibles destellos se multiplicaron cuando alzó la vista y clavó la mirada en un punto fijo en el firmamento "¡es tan injusto!" pensó, "los transeúntes de la oscuridad viajan enfrascados en sus problemas, que cuando alzan su mirada al cielo lo único que ven son un reflejo de éstos... y nadie percata la belleza de las pobres estrellas que nada pueden hacer más que aumentar su brillo para capturar su atención".
Abrió la boca y consideró poner a prueba al corazón que latía a su lado. Si se esforzaba en mantener sus ojos abiertos observando las estrellas como uno observa una imagen, absorto en sus ideas entonces no sería más que un error de su corazón al escogerlo, un alma perdida que ocupaba su corazón por confusión, en cambio si se perdía en sus brillos y sus destellos sería en definitiva el poseedor de la llave de su alma. Su boca se secó cuando por fin la cerró, acobardada como estaba. La posibilidad de que la primera opción fuera la ganadora la atemorizó y prefirió ignorar la verdad, manteniendo así la viva imagen del príncipe perfecto que tenía de él.

"No, no son solo puntos esparcidos en aquella gran sábana brillante, titilan" pensó él y al verlas no pudo más que discrepar con quienes no creían en la magia, ¡si allí estaban ellas como vivo ejemplo!, "la eternidad es mágica, ¿cómo lo hacen? Permanecen ocultas en la oscuridad sin alterar su forma o color por años luz, invariables, quietas, majestuosas. Perfectas.", y volteó su cabeza para observarla observándolo y ambos compartieron una sonrisa de otra galaxia, ¿no llevaría una estrella enjaulada en su pecho? Lo que sintió en aquél momento encajó perfectamente con lo que antes había descrito: un amor eterno, invariable, y por sobre todas las cosas oculto en la oscuridad.

16 de noviembre de 2011

Crónicas de Julieta I

El sol, tan lejano y egoísta, había asomado su esplendor por detrás de las nubes ignorando las penas que sufriría al ver su brillo y no pude más que maldecir su luz para mis adentros. Lamentablemente, mis manos no eran lo suficientemente poderosas como para cubrir mis oídos, así que ellos, deplorables puertas de la verdad oyeron la seca percusión que los cascos del caballo percutían contra el frío suelo, ¡se iría para siempre! Procuré sellar los labios que minutos antes él había besado y morder mi lengua hasta que una ardiente capa de sangre delinease mis dientes, censurando así las palabras que mi corazón no podría evitar gritar. Si él llegase a oírme volvería de inmediato tomándome prisionera, pero por más que ese fuese mi auténtico deseo no podía herirlo de tal forma. 


El relinche del caballo me trajo de vuelta a la realidad, abrí los ojos con sorpresa y busqué su figura... pero la muerte había sido más rápida que mi socorro y acudió antes, aliviando sus penas de éste modo: dejando su cuerpo tendido en el suelo y envuelto en una palidez espeluznante. 

10 de noviembre de 2011

XI

olisqueó la putrefacción de aquella raída celda por undécima vez en lo que iba del día y luego de un suspiro, dejó que su mirada se perdiera en el claro cielo. lo supo desde un principio: su albedrío no podía ser eterno. sabía que tarde o temprano sería amarrada como un pájaro el cuál tiene ambas patitas anudadas con listones color púrpura, obligado a volar al antojo del que, envidioso, sujeta con ambos pies sobre la tierra las cadenas privándola de su tan ansiada libertad.