Abrió la boca y consideró poner a prueba al corazón que latía a su lado. Si se esforzaba en mantener sus ojos abiertos observando las estrellas como uno observa una imagen, absorto en sus ideas entonces no sería más que un error de su corazón al escogerlo, un alma perdida que ocupaba su corazón por confusión, en cambio si se perdía en sus brillos y sus destellos sería en definitiva el poseedor de la llave de su alma. Su boca se secó cuando por fin la cerró, acobardada como estaba. La posibilidad de que la primera opción fuera la ganadora la atemorizó y prefirió ignorar la verdad, manteniendo así la viva imagen del príncipe perfecto que tenía de él.
"No, no son solo puntos esparcidos en aquella gran sábana brillante, titilan" pensó él y al verlas no pudo más que discrepar con quienes no creían en la magia, ¡si allí estaban ellas como vivo ejemplo!, "la eternidad es mágica, ¿cómo lo hacen? Permanecen ocultas en la oscuridad sin alterar su forma o color por años luz, invariables, quietas, majestuosas. Perfectas.", y volteó su cabeza para observarla observándolo y ambos compartieron una sonrisa de otra galaxia, ¿no llevaría una estrella enjaulada en su pecho? Lo que sintió en aquél momento encajó perfectamente con lo que antes había descrito: un amor eterno, invariable, y por sobre todas las cosas oculto en la oscuridad.