28 de enero de 2012



Los árboles llevaban tiempo sin danzar, secos y decrépitos. Pensó que quizá nunca más los vería moverse al compás de la música llenándose de vida y suspiró; podía oír al claro cielo quejándose de cómo las altas y desnudas ramas herían el firmamento: llevaban desnudas mucho rato, el otoño se había llevado a las hojas obligando a los árboles a lamer la misma soledad que ella palpaba en ese instante.